El bar con historia – Treffen Beer Bar Museum


(con la colaboración de @CheloBallardini)

¿Qué puede salir mal cuando uno llega a un bar que, al mismo tiempo, es un museo de la cerveza? No sé si comenzar una “nota” con una pregunta sea lo más adecuado o no, pero  nunca pretendimos ser literatos desde este pequeño espacio. Así que, continuemos.

Nos cuenta la página del lugar (http://www.treffen.com.ar/index.php) que Treffen es la palabra alemana para decir “encontrar” o “encuentro”. En esta ocasión, había decidido aventurarme por la zona histórica de San Telmo y en este “encuentro” con Treffen (técnicamente, esta frase sería redundante, ¿no?), me acompañó un gran amigo, rosarino él, Marcelo a.k.a Chelo (@CheloBallardini).

Llegamos a Treffen temprano, aproximadamente 21.40. Debo confesar que  a medida que nos acercábamos, empecé a dudar de mi elección: calles vacías y día lluvioso no auguraban demasiado (hombre de poca fe!). Aún a 10 metros del lugar, no se avizoraba nada. Pero al llegar, nos encontramos con una clásica puerta de bar porteño (mucho vidrio y madera), a la vieja usanza.

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Apenas bastó (no puedo hablar más que por mí mismo, pero creo que fue compartido con el Chelo) trasponer la puerta para disipar toda duda. Al entrar, lo primero que uno nota es que, a pesar de que la entrada es chica, Treffen es un lugar muy grande, dado que se prolonga hacia atrás y continúa en varios niveles. Esta planta baja (luego encontraríamos que hay un subsuelo, un entrepiso y un piso superior, lo cual hace al bar bastante más  grande de lo que uno cree) es bastante atractiva a la vista: sus paredes están colmadas de exhibidores donde uno puede apreciar latas y botellas nuevas y antiguas, tanto nacionales como internacionales así como carteles, cuadros, publicidades y otros artículos.

Ya con una sonrisa en el rostro, elegimos, como es mi costumbre, un lugar en la barra (ver “Segundo paso: la epifanía”, en este mismo blog). Para comenzar, pedimos la cerveza de la casa, Zeppelin (FYI, también es la clave del WiFi). Yo me pedí una Pale Ale y el Chelo optó por una Porter.

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La Zeppelin Pale Ale es una cerveza roja, de color oscuro y fina espuma que posee un gusto particular porque, a pesar de que el color nos llevaría a pensar en un sabor más dulce (por el caramelizado de las maltas), posee una combinación con el amargor que es muy apreciable. Una buena elección, sin lugar a dudas.

Por otro lado, la Zeppelin Robust Porter es una cerveza oscura, como buena porter, en la cual se aprecia fuertemente el sabor de las maltas tostadas. Especial para acompañar comidas con sabores fuertes.

En general estas cervezas artesanales mantienen un dejo a la levadura que se utiliza en el proceso de fermentación, característica particular de las producciones no industriales, en particular de las cervezas artesanales argentinas.

Al terminar estas pintas decidimos darle una oportunidad a cervezas industriales importadas (en algún otro post comenté que colecciono las botellitas y no quise desaprovechar el hecho que Treffen posee una gran variedad de importadas que no vi en otro lugar). El Chelo eligió una Schofferhofer, a mi parecer, una de las mejores cervezas de trigo, mientras que yo elegí probar una belga cuyo nombre nunca había oído: Maredsous.

La Schofferhofer es una cerveza de color turbio, como toda cerveza de trigo, tirando a anaranjado, con una espuma duradera, bastante aromática y un sabor un tanto frutado y dulce. Lo importante es que de las que se consiguen en casi cualquier supermercado y a precios razonables.

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Por mi parte, la Maredsous es la cerveza de la Abadía benedictina de Maredsous, de color vino tinto,  espuma muy cremosa y consistente y un aroma frutal muy notorio. Se destaca su presencia de 8 grados de alcohol, lo cual la hace bastante fuerte, aunque no se note a la hora de beberla (lo cual podría ser ciertamente peligroso).

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Cabe mencionar que las cervezas belgas son ciertamente cervezas de culto, tanto por sus orígenes (algunas de las mejores se realizan en monasterios) como por la cantidad y variedad que existe en ese país.

En este caso, la Maredsous se considera una cerveza de abadía, aunque actualmente (desde 1963) es elaborada por una cervecería industrial. Sin embargo, se mantiene la fórmula original y los procesos artesanales de los antiguos monjes benedictinos.

Ya con nuestras botellas en la mano, nos pusimos a  recorrer el lugar. Primero subimos al entrepiso donde nos explicaron que estaba la parte más antigua de la colección: viejas Quilmes, Norte, Santa Fe y otras en botellas de cerámica (me llamó la atención notar que estaban cerradas, con el contenido intacto).

Luego, bajamos hacia el subsuelo, donde se encuentran las internacionales, de casi todas partes del mundo (desde países más cercanos como Brasil, Paraguay y casi toda Sudamérica a países como Chipre, Laos, Túnez, Rusia, entre otros) y pequeñas curiosidades, como la cerveza que Quilmes hizo de Boca.

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Convencidos de que la elección fue correcta, decidimos partir hacia otro bar cercano, que será comentado en un post posterior: Molly Malone’s.

(To be continued)

Acerca de El Duende

Este blog nació de la mezcla entre una gran afición por la cerveza y una enorme curiosidad por conocer lugares nuevos. Entonces, armé una (no tan) pequeña lista de lugares que me gustaría conocer y aquí los iré describiendo.
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3 respuestas a El bar con historia – Treffen Beer Bar Museum

  1. Monica dijo:

    Muy bueno el comentario. Sería lindo, también, agregar algunas fotos del lugar, ya que se trata de un recorrido «cultural»

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